Es improbable que un amante del ajedrez no sienta fuertes emociones al reproducir las mejores partidas del austriaco Rudolf Spielmann (1883-1942), a quien por algo bautizaron como “el último caballero del Gambito de Rey”, en homenaje a su indómito espíritu romántico, lo que significa que la creación de belleza era para él casi tan importante como la victoria. No pocos lo han etiquetado como el mejor atacante de todos los tiempos. Lo único muy triste de su biografía es que murió triste, pobre y abandonado en Estocolmo porque -era judío- tuvo que huir del horror nazi.