Letonia. Julio de 2024. El gran coche negro envuelto en una maraña de vehículos de escolta avanza a toda velocidad por la estrecha carretera que une la base militar de Adazi con el aeropuerto de Riga. Llevamos 48 horas pisando los talones del alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad (PESC), Josep Borrell, el encargado en 2019 por los jefes de Estado y de Gobierno comunitarios de ser la voz y el puño de la diplomacia y la seguridad de Europa en el mundo, durante un viaje relámpago a las repúblicas del Báltico. En esta minigira se va a encontrar también en Tallín con Kaja Kallas, primera ministra de Estonia (cargo que dejaría el 23 de julio de 2024) y la persona designada por los 27 para relevarle a partir de hoy. Los Estados bálticos cuentan con una frontera de más de 700 kilómetros con Rusia que están reforzando a marchas forzadas con centenares de búnkeres denominados oficialmente “instalaciones defensivas antimovilidad”. Es el límite geográfico de la Unión Europea con el imperio de Vladímir Putin.