La mayoría eran miembros de una misma familia, aunque también colaboraban con ellos amigos. Durante años se habían dedicado a cometer delitos convencionales, como hurtos, robos con fuerza en establecimientos y tráfico de drogas, por los que habían llegado a sumar entre todos 139 antecedentes policiales. Sin embargo, en 2023 descubrieron un nuevo filón: las ciberestafas. En tan solo seis meses, los que van de octubre de aquel año a marzo pasado, el grupo consiguió embolsarse más de un millón de euros con esta modalidad delictiva tras conseguir engañar a una cifra superior a las 1.200 clientes de bancos. Lo hacían combinando el phising o creación de páginas web similares a las reales de una empresa o banco; el smising o envió de mensajes SMS fraudulentos y el vishing o llamadas telefónicas para obtener información confidencial.