
El primer ministro francés, Michel Barnier, lleva semanas haciendo equilibrios en el Parlamento y en su propio Ejecutivo para contentar a todas las facciones que lo mantienen con vida en la redacción de la ley de presupuestos. Pero las cuentas del Estado son el lugar donde mejor puede verse la ideología política, y en este momento hay demasiadas sensibilidades para poder satisfacer a unos sin enfadar a otros. Tras algunas semanas en silencio y resolviendo sus problemas judiciales, Marine Le Pen, líder del ultraderechista Reagrupamiento Nacional (RN), ha decidido pasar al ataque y amenaza seriamente con votar una moción de censura contra Barnier.