
Feliza Bursztyn fue una mujer libre. Lo fue frente a la maternidad, frente a sus parejas, frente a sus padres, frente a un mundo del arte dominado por hombres, frente a periodistas misóginos, frente a una sociedad conservadora que la juzgó injustamente y la envió al exilio en 1981. Hasta que una fría noche de enero en 1982, a los 48 años, murió mientras cenaba en París con Gabriel García Márquez y otros comensales. El Nobel, en un obituario, escribió que la gran escultora colombiana “se murió de tristeza”. Cuarenta y dos años después, otro novelista colombiano, Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 49 años), inicia su nueva novela investigando cómo es posible morir de tristeza. Los nombres de Feliza, disponible en Colombia y en España a partir de enero, es un viaje a su libertad.