Las primeras dos décadas en el pueblo son claves. El barrio, los amigos, la familia, las relaciones… Los demás definen los roles que condicionarán para siempre el tablero de juego. No puede cometerse ni un traspié porque, una vez repartidas las cartas, es casi imposible cambiarlas. Es como un sistema de castas que se conforma en la adolescencia y que pervive a lo largo de los años, indeleble.