Según Pierre Leclercq, historiador de alimentos en la Universidad de Lieja, una de las recetas que podría situar el origen del manjar blanco se ubica en Persia y consistía en una carne hervida con una salsa de harina, arroz y almendra. En la Edad Media los árabes introdujeron esta elaboración en Europa y muy pronto se popularizó entre las clases altas. Su blancura, signo de pureza, restauraba el apetito y se recomendaba para enfermos.