
Insiste una y otra vez Marisol hasta que, por fin, lo consigue: “¡Carlos, Carlos!”. Grita y reclama a su chico una y otra vez la mujer, que porta una peluca y la bandera de España e intenta llamar por todos los medios la atención del tenista, quien después de un rato, de otear el graderío cuando la cosa ya parece ir bien ante el kazajo Alexander Shevchenko, con el primer set ya en el bolsillo, advierte la llamada y le sonríe a la seguidora, feliz con sus colorines y su camiseta a topos. Sobre todo, con el premio del saludo. La constancia tiene premio. “Marisol con Carlos”, reza el mensaje. Así que ella se marcha tan contenta y el murciano más o menos también, porque pese a que no haya fluido como pretendía, sí ha sabido enmendarse en ese segundo set que se torcía y ha resuelto el primer partido en Melbourne: 6-1, 7-5 y 6-1, después de 1h 54m.